Ser confianzudo con tu cliente es un peligro para tu negocio. La realidad es que tú cliente no es un amigo es valgase la redundancia “un cliente” por lo que sus expectativas al interactuar contigo son distintas. Su interés principal es recibir un servicio bueno y barato.
Cuando tienes confianza con el cliente y lo consideras un aliado es natural tomarse libertades con el. Dando lugar a que el servicio cambie. Los clientes de confianza se encajan en un grupo de clientela que solemos denominar como “familia de la empresa” que transforma la relación jerárquica entre contratador/contratado en una de “amistad” que posiciona la relación en un terreno ficticio de igualdad.
El cliente de confianza va en desventaja con relación a los nuevos clientes. Los nuevos clientes tendrán una mejor experiencia puesto que al “no haber confianza” en caso de controversia no habrá un “el entenderá” o “el es mío, puede esperar 10 minutos. Cuando tenemos un cliente de confianza no nos esforzamos extra por hacer formar parte de la clientela regular al cliente porque ya lo es. Dando lugar a un servicio distinto. El servicio dado a un nuevo cliente es un recuerdo melancólico del desafortunado cliente de confianza.
Debemos de ver a nuestros clientes de confianza como si fuesen clientes nuevos. Así nos aseguramos de que los clientes nuevos se conviertan en clientes recurrentes.