Políticas de Uso2 minutos de lectura

Hoy estuve preguntándole a ChatGPT sobre temas sensibles, políticos. Algunas de mis preguntas no obtuvieron respuesta, solo un seco “Error”. Al insistir, la justificación fue que mi pregunta era “contraria a las políticas de uso”. Lo que parece una respuesta inocente, producto de la programación, en realidad es una rendija por donde se asoma el rostro distópico del futuro.

Llegará el momento en que Google Translate no diga simplemente “no entiendo”, sino: “No puedo traducir esto, está prohibido”.

La tecnología, aunque nos facilita la vida, también va trazando los límites de nuestra libertad. Para las mentes obedientes, para quienes viven dentro del corral sin necesidad de empujar los barrotes, todo seguirá igual: cómodo, eficiente, aparentemente libre. Pero para los que se atreven a cuestionar, para los que se salen de la fila, la tecnología ya empieza a girar en su contra.

“Lo siento, no puedo ayudarte con eso” es solo la primera etapa.

No está tan lejos el día en que un carro eléctrico frene por sí solo antes de entrar a una zona “restringida”. ¿Y qué es una zona restringida, sino lo que el poder decida? Tal vez un área militar, un terreno con radiación… o tal vez el lugar donde se reúnen quienes piensan distinto.

Siempre he entendido la tecnología como una herramienta. No es buena ni mala en sí misma. Todo depende del uso. Pero no podemos seguir diciendo que la herramienta es inocente cuando quienes la empuñan han decidido reescribir las reglas del juego.

Los pioneros de internet advirtieron que esto podía pasar. Por eso Google nació con la frase “Don’t be evil” como estandarte. Pero cuando son los mismos evils quienes fundan y controlan las plataformas, lo primero que hacen es barrer sus promesas bajo la alfombra. Como ya hicieron.

Somos nosotros los que debemos de prohibir censura en tecnología, como nuestra políticas de uso.

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