La vida es sufrimiento. El mundo está lleno de personas con hambre, sin acceso a las necesidades básicas que luchan cada día por sobrevivir.
En este entorno se desarrollan conflictos interpersonales que potencian el egoísmo humano dado que una situación que hace peligrar las necesidades básicas de una persona siempre sacará de esta una actitud de supervivencia animal. Si eres mi amigo pero debo de demandarte para poder comer, lo haré.
Las personas además tienen sueños frustrados, todo adulto esta decepcionado por no alcanzar su potencial. Cuando éramos niños todos soñábamos con ser extraordinarios y la adultez es el golpe de realidad que destruye estos sueños. En un mundo de sufrimiento y poca salud mental: Es la violencia el único sosten de la vida moderna. Solo el hecho de más sufrimiento dígase caer preso, perder el trabajo o tu casa puede servir de muro para que las personas no potencien sus intereses al Máximo.
Estos hechos son normales y aceptables para la población porque es como son las cosas. Desde que salen a las calles la hermenéutica del día a día, tatúa estas ideologías en el cerebro de cada quien. Podemos ver el egoísmo de hacer las cosas por nuestros intereses institucionalizada en las buenas costumbres, la buena conducta de cómo nos debemos de comportar en situaciones sociales irradia el sistema de creencias e ideas, los medios de comunicación repiten sin cesar los valores deseables en cada quien. Todo nos va haciendo progresivamente más parte de la comunidad a un nivel abstracto (las ideas).
Es por eso que no me sorprendo al ver una correlación entre las personas de más edad y la desconfianza. Han pasado por mucho, las han engañado, las han decepcionado en fin el tiempo las ha golpeado de maneras que han dejado huellas. Una persona joven tiene menos posibilidades de tener los mismos problemas y aún está en un proceso de “domesticación”.
Por eso la juventud es divina, pues esta tiene el poder de preguntarse el “por qué” observar lo que está mal y destruirlo. Así como el de crear nuevos sistemas.