Una visita al dentista3 minutos de lectura

Me estaba realizando una limpieza en el dentista cuando la doctora me informa de una carie profunda en uno de mis molares, aunque no me dolía me aconsejó que me la tapara para evitar que la carie llegue al nervio del diente, a lo que accedí.

La dentista con una de sus herramientas “la turbina” procedió a limpiar y en el proceso me empezó a doler el diente. Por lo que ella me dijo que tengo que ponerme anestesia y se levanto a buscar la inyección.

Cuando oí que me iban a puyar la encía, sentí escalofríos, me tensé y empecé a quejarme. La doctora para tranquilizarme me dijo que sería rápido y que no dolería, aunque asentí mi preocupación era evidente, mi cara revelaba el miedo por el dolor que se avecinaba.

La doctora tardó 5 minutos en buscar la inyección. Pero esos 5 minutos para mi fueron una eternidad, mas que suficientes para traumarme y hacerme dudar de la necesidad de meter una aguja en mi boca, cosa que culmino con mi intento de dar por terminado el procedimiento pero la doctora perseverante y determinada intento nuevamente tranquilizarme esta vez diciéndome que era una aguja pequeña y que muchos niños pasan por lo mismo y no lloran. Esta última frase sobre los niños resonó en mi cabeza, afectando mi orgullo, por lo que saqué mi última reserva de seguridad y dije que estaba bien, que lo hiciera.

La doctora aún sorprendida por mis reacciones intento poner la inyección como si se tratase con un niño utilizando la manera más suave y rápida. Esta forma era moviendo la aguja fuera de mi campo de visión a fin de que mi miedo no me hiciera mover la cabeza y hacerlo rápido para que el trauma sea momentáneo. Pero el plan no salió bien.

La doctora al momento de mover la aguja por zonas donde mis ojos no podrían ver la inyección, me atravesó el labio. El acontecimiento me hizo moverme bruscamente, la doctora rápidamente saco la aguja del labio y procedió a limpiar mi herida.

Mi cara de dolor y preocupación me valió una disculpa. Estaba muy estresado pero ya decidido a terminar lo que empecé así que la doctora reinicio el procedimiento. Esta vez teniendo éxito.

La inyección no fue para tanto. Se trató de un dolor leve y que se calmó rapido. Una vez puesta la anestesia se siguió con la limpieza de la carie.

Durante el resto de la cita no pude evitar pensar cómo todo se había complicado por mi preocupación infundada. El ardor de mi labio y la sangre perdida no hubiesen ocurrido si la doctora no hubiese estado en una posición tan incomoda pero lo que fue peor para mi fueron Mi estrés y mi preocupación pues estos agitaron mi corazón a causa de mi pensamiento contante. Pensamientos infundados e inútiles.

Me he dado cuenta de que produce más dolor el horror a la caída que el golpe. La mente es un artefacto capaz de hacernos arder sin llamas. Una mente mal-educada se la pasa viajando por los tiempos psicológicos, visualizándose en el pasado y en el futuro evitando así el goce de la vida, que siempre está en el presente.

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