Al trabajar con compañeros de oficina, he percibido una interesante relación cooperativa. Tristemente para el empleador, esta cooperación no era en su beneficio si no que se trataba de maquinaciones mudas que favorecían el interés del trabajador de salvaguardar su energía.
Una Amarga sorpresa que surgió cuando di lo mejor de mi en el trabajo. Lo entendí con las miradas de sorpresa de los otros y las pláticas de insinuación con frases como “no nos podemos dejar matar” “no te estreses” “cogelo suave”, ofrecimientos de asiento y alentaciones a bajar mi energía.
Esto no me hizo repensar el dar lo mejor de mi. Lo que si lo hizo y que me sorprendió fue que el castigo de no hacer caso a la cultura laboral de esta oficina no proveniera de mis compañeros sino de mi propio jefe. No pasó mucho para que se me pusiera una sobrecarga laboral, inclusive fuera de mi área de expertise, me vi con la carga del equipo a mi espalda.
Creo que esto es un problema de incentivos, castigos y premios. Un problema con la cultura y el diseño de la empresa. Un mal trabajo en esto crea una carrera al abismo donde cada quien trata de bajar la vara lo suficiente como para que no haya esfuerzo en lo absoluto.