En el vasto y tumultuoso mar del reguetón, una verdad incómoda se esconde a plena vista: mientras los artistas puertorriqueños dominan la escena global, sus homólogos dominicanos luchan por obtener la misma exposición. ¿Por qué? ¿Es simplemente una cuestión de talento, o hay algo más, algo más profundo y estratégico, que impulsa a los artistas puertorriqueños a la cima?
Puerto Rico, aunque pequeño en tamaño, juega con una carta decisiva: la ciudadanía estadounidense. Este simple hecho no solo les da a los artistas puertorriqueños acceso a los recursos y la infraestructura de la industria musical más poderosa del mundo, sino que también los posiciona en un lugar ventajoso dentro del mercado global. Los gigantes de la música en Estados Unidos encuentran en estos artistas una oportunidad única: talento latino que no está sujeto a las mismas barreras legales y fiscales que enfrentarían al trabajar con artistas de otras naciones.
Tomemos como ejemplo a Bad Bunny, Arcángel y Daddy Yankee, tres nombres que han trascendido el reguetón para convertirse en íconos culturales. Su éxito no es solo un reflejo de su talento, sino también del respaldo masivo de una industria que sabe cómo y dónde invertir para obtener los mayores beneficios. Firmar con una discográfica estadounidense significa acceso inmediato a una maquinaria de promoción y distribución que pocos pueden igualar.
Consideremos algunas estadísticas para poner en perspectiva lo que está ocurriendo: Puerto Rico tiene una población de aproximadamente 3 millones de personas. Sin embargo, ha producido una cantidad extraordinaria de artistas de reguetón con éxito global, desde los pioneros como Daddy Yankee hasta las superestrellas actuales como Bad Bunny. Es anormal, casi desconcertante, que un país tan pequeño, en comparación con otros más grandes en la región, domine de tal manera un género musical que se ha globalizado.
Esta desproporción no puede explicarse simplemente por el talento o la cultura. Hay muchos países en el Caribe y América Latina con culturas igualmente ricas y talentosas. La clave está en la combinación de la geopolítica y la economía. Puerto Rico, por su posición en el Caribe y, crucialmente, por su estatus como territorio estadounidense, ha podido aprovechar recursos que están fuera del alcance de otros países de la región. Artistas de lugares como la República Dominicana, con una población más grande de alrededor de 10,8 millones, no han logrado la misma presencia global en el reguetón, en gran parte porque no comparten los mismos beneficios que los puertorriqueños reciben de su relación con Estados Unidos.
Ahora, comparemos esto con los casos de El Alfa y Rochy RD, dos de los artistas dominicanos más exitosos dentro del reguetón. A pesar de su popularidad en la comunidad latina, su alcance global sigue estando limitado. ¿Por qué? Porque no cuentan con el mismo acceso directo a la infraestructura de la industria estadounidense. Sus ingresos y, por ende, su capacidad de reinvertir en su carrera, se ven mermados por las barreras fiscales y legales que no afectan a sus colegas puertorriqueños.
El Alfa, en particular, ha expresado su frustración con la falta de apoyo en su propio país. Pero no se trata de patriotismo sino de que la arquitectura y estructura de la industria musical dominicana no ofrecen las mismas oportunidades de inversión y desarrollo que las que existen en Puerto Rico. Los reguetoneros puertorriqueños tienen acceso a mayores inversiones y equipos más sofisticados, lo que les permite producir música con un «sonido» más robusto y profesional. Este «sonido» es esencial para competir en el mercado global y captar la atención de las discográficas y plataformas internacionales.
Sin embargo, no es solo la infraestructura lo que les da a los puertorriqueños una ventaja. Estos artistas también han sabido aprovecharse de la rica cultura dominicana, adoptando su jerga en sus canciones y, en algunos casos, incluso haciéndose pasar por dominicanos. Arcángel es un ejemplo claro de esto: aunque es puertorriqueño, ha adoptado un estilo que resuena profundamente con la cultura dominicana, lo que le ha ganado una base de fanáticos leal en la República Dominicana. De hecho, muchos de estos artistas no dudan en reconocer que sin el apoyo de República Dominicana, no habrían alcanzado el éxito que disfrutan hoy. Frases como «sin el apoyo de RD no hubiéramos sido nadie» no son solo un cumplido; son un reconocimiento de la influencia y el poder del mercado dominicano en sus carreras.
La dominación puertorriqueña en el reguetón no es solo cuestión de talento o suerte. Es el producto de una combinación de factores geopolíticos, económicos y culturales que les da una ventaja estratégica significativa sobre otros artistas latinos, particularmente los dominicanos. Mientras este equilibrio de poder permanezca, la balanza seguirá inclinada a favor de los boricuas, dejando a los dominicanos luchando contra una corriente que parece implacable. En este juego de poder, la ciudadanía estadounidense de los puertorriqueños es una carta que, hasta ahora, ha demostrado ser inigualable.