Las citas y bibliografía se han convertido en parte importante de la calificación académica. No importa el método, todos los documentos estudiantiles nos obligan a citar lo que ponemos.
Cada nueva idea debe de ir aparejada de dónde o de quién la hemos sacado, pero esto es ser muy ambiciosos ya que llevado correctamente desembocaría en que todos los párrafos estarían plagados de citas debido a que nada nuevo se produce casi nunca. Decir una sola idea nueva es en sí mismo un hito digno de premios académicos de índole mundial. Ni siquiera una conclusión o teoría escaparía de una cita ya que todo está dicho.
Ni siquiera citando estaríamos llegando a la fuente original debido a que la ideas se re empaquetan constantemente, quitando autoría. Dado que es imposible ser absolutos con las cotas, ¿donde debemos marcar la línea de donde citar? Solo en las estadísticas, teorías conocidas y datos que sean piedra angular de la idea central.
Más allá de la correcta atribución de las fuentes, el verdadero trabajo académico radica en la capacidad de conectar lógicamente las ideas, analizar y sintetizar la información y llegar a conclusiones coherentes. Esta es la habilidad que debe desarrollarse y valorarse en los documentos académicos. Al dominar esta habilidad, los estudiantes no solo cumplen con los requisitos de citación, sino que también demuestran su capacidad para contribuir al conocimiento de manera significativa.