En el aburrimiento de mi adolecencia, cuando empezaba ha notar las diferencias entre cada quien, me percate de mi propia individualidad con mis defectos y virtudes. Compararme con personas de mi edad más apuestas, altas y/o más fuertes, perjudico mi autoestima.
Como respuesta decidí hacerme ver más grande andando con los hombros sobresalidos hacia delante. Empujándo conscientemente hacia enfrente mis hombros lograba que se vieran más grandes, mejor formados y más redondos mientras que mi apariencia por detrás también se beneficiaba dado que mi espalda se veía más ancha gracias a la ilusión de anchura que crea el doblarse hacia alante. Con este cambio me gané al instante algunos cumplidos de chicas y ojos inexpertos.
Con facilidad y en muy poco tiempo la postura se volvio natural para mí. Me pavoneaba de mi cuerpo diferente que me hacía parecer grande y fuerte. Aunque de vez en cuando me dolía la espalda, los cumplidos y mi recién ganada autoestima disipaban mis dudas.
El problema se volvía cada vez más palpable, un hombro era visiblemente más alto que otro llamando asi la atención de mis padres y el dolor de espalda baja que me callaba llego a un nivel insoportable que me obligó a hablarlo con mis padres.
Al día siguiente me llevaron a un ortopeda que me reveló que tenía un caso severo de una columna vertebral doblada en “S” el nombre médico que utilizo fue escoliosis. Se me obligó a cambiar mi postura a usar plantilla y a coger terapia.
Aunque sabía la gravedad de mi situación y hacía un esfuerzo consciente de enderezarme en pocos minutos como un plástico que lo doblan y al soltarse vuelve a su posición, mi espalda desde que me olvidaba volvía a su postura doblada original.
Mis seres queridos que sabían de mis problemas de espalda me aconsejaban y se dedicaban a llamarme la atención cada vez que me veían en una mala postura. Aunque el esfuerzo era desde todos los puntos para mí era inútil, por más que me percatara siempre me sorprendía a los pocos minutos en una forma jorobada.
La pereza, la frustración y la impotencia me convencieron de que me aceptara tal y como soy. Además la “S” de mi columna no era tan pronunciada por lo que podía tener una vida normal. Fue así como decidí hacer como si el problema no existiera esperando que mis instintos y el tiempo me enderezaran.
El tiempo es cruel y no perdona a nadie, pasa en un abrir y cerrar de ojos. Mi columna como un cuerpo que cae desde el cielo lo que hacía con cada día era acelerar y empeorar más. Prevenido pero sin darme cuenta mi situación llego a tal punto que era imposible mirar el sol. Quería sentir la calidez del sol en mi cara pero mi joroba me impedía levantar la cabeza, miraba siempre al piso aunque no quisiera.
En ese momento decidí con todas mis fuerzas enderezar mi columna, hacía ejercicios, tomaba pastillas, usaba artefactos, no faltaba a mis citas médicas y me daba terapia en un lugar especializado pero mi escloriosis apenas mejoraba. Me di cuenta que es más fácil no permitir que algo vaya mal que arreglarlo. Los doctores culpaban mi genética de todo lo que me estaba pasando pero aunque asentía a lo que decían muy dentro de mi sabía que fue producto de una decisión que se remonta a mi adolescencia.
Mi esfuerzo hizo que los dolores sean cada vez menos frecuentes e intensos. Estaba recuperando mi habilidad de ver al cielo pero mi joroba estaría para siempre. Decidí usar mi experiencia convirtiéndome en doctor fisioterapeuta.
El principio de mi práctica fue difícil pues las personas al verme se reian de la ironía de tener un cuerpo deforme y estar velando por la salud física. Pero pienso que mi éxito en la fisioterapia se debe a esa misma razón: solo una persona que ha vivido la severidad de la negligencia física puede saber que funciona y mas importante aún puede transmitir correctamente su importancia.
Mi joroba atestigua que Las pequeñas decisiones crecen sobre sí mismas convirtiéndose en grandes sus consecuencias. Hoy día me he dado la tarea de participar de conferencias revelando mis hallazgos y contando mi historia personal para concientizar sobre la importancia de la subestimada medicina física. Aunque aún falta mucho por hacer, mi esfuerzo ha traído algunos resultados en la comunidad médica global otorgándonos respeto internacional y creciendo a la par con la también subestimada ciencia de la salud mental.