El que quiere hacer algo lo hace, las excusas nacen de la falta de: voluntad, poder y resiliencia en la persona.
Todo en la vida se paga. Mi habilidad en boxeo nace del esfuerzo dado, un pago recurrente en horas de sudor y sangre. Es decisión personal de cada persona si quiere pagarlo y luego si PUEDE pagarlo.
Por definición no todas las personas pueden ser extraordinarias o no tienen lo necesario para poder cumplir lo grandiso. Es aquí que llega el mejor amigo del ser ordinario, la excusa.
Dentro del mundo de las excusas no todas son iguales, mientras más impactante mejor pues da menos culpa. Depende de la persona, cuál es más efectiva en ayudar al autoengaño de dejar una meta.
La favorita del deportista es una lesión. Es más fue la escogida por mi. Como jugador de beisbol saltaba a la hora de correr y cuando un ortopeda me dijo tras analizar mis rayos X que lo mío venía de nacimiento y tengo una diferencia de varios centímetros de altura, aunque por fuera me entristecí por dentro sentí una gran satisfacción. Era muy lento y aunque hacía atletismo no pude bajar mis tiempos de rapidez. Pero ya tenía la excusa perfecta para dejar aquello que no podía lograr y sentirme bien conmigo mismo.
La verdad es que no importaba si era cojo, si tenía una sola pierna o si me arrastraba para llegar a primera base realmente nada importa siempre y cuando llegase rápido a primera base. Si eres cojo pero corres más rápido que todo el mundo que importa como llegues a la base lo importante es que llegues lo más rápido posible. No importa el color o nombre del gato, lo importante es que sepa cazar bien ratones.