El día de hoy estuve en un tapón por un largo periodo de tiempo y ante el aburrimiento deambulé con mis ojos en mi horizonte en búsqueda de algo que pudiese distraerme.
Me percaté que en mi dirección venía un limpia-vidrios joven, instantáneamente como medio de defensa me puse incómodo y puse mi cara de enojo, para que así ni siquiera se me acerque.
El limpiavidrios me observó pero aún así siguio caminando hacia mi, suspiré porque sabía lo que venía pero para mi sorpresa no me tiró el agua en mi cristal delantero, forma con la que inician el -siempre no solicitado- lavado de vidrios, sino que me pregunto con la mano si quería la limpieza, a lo que con señales le dije que no. Al hacerlo ya estaba preparado para que aún así lo hiciera o al menos fuera persistente pero continuó con su camino.
Sorprendido decidí observarlo por el retrovisor, me percaté que el limpiavidrios paso a otro vehículo y volvió a preguntar si deseaban una limpieza o no, a lo que el conductor trasero también se negó rotundamente.
El limpiavidrios perseverante volvió a tratar con otro vehículo esta vez al lado del último pero ya no pregunto al conductor sobre su deseo sino que le lanzó desde lejos el agua en el cristal delantero, a lo que este chofer rápidamente y enojado protestó diciendo que “no” con las manos pero el ahora testarudo limpiavidrios con respeto y entusiasmo continuó con la limpieza. Observé que el limpiavidrios le decía con las manos que le pagara después y que le dejara trabajar. Al finalizar con la limpieza vi como el conductor bajó su vidrio y le pasó dinero.
Justo en ese momento el semáforo se puso verde y continué conduciendo. Al llegar al siguiente atasco otro limpiavidrios se dirigió hacia mi de manera amable y ante mi negativa me dijo con amabilidad que le pagara después. Me limpió todos los vidrios, al final del trabajo no se porque se paro en mi ventana y yo le sonreí por su amabilidad pero el con cara de enojo se fue.