El día de hoy recibí un mensaje en un grupo de WhatsApp en donde se les llamo la atención a unas cuantas personas por un mal comportamiento que tuvieron. Al leer el mensaje vi entre los mencionados mi nombre por lo que me puse furioso, estaba a punto de responderle al mensaje de manera cortante y victimaria cuando gracias a Dios decidí releer el mensaje antes de contestar, percatándome de que entre los mencionados en el mensaje no estaba mi nombre, nisiquiera había uno parecido al mío, todo fue producto de mi imaginación nadie me había agredido injustamente.
Asi mismo no pude evitar recordarme cómo un día cuando solía subir mis escritos a Instagram una persona me contestó muy violentamente por una opinión que yo había expresado. Lo curioso era que mi opinión era textualmente la misma que la de esa persona es decir estábamos del mismo bando, pero la persona pareció leer todo lo contrario por lo que justificándose con mis mismos argumentos me insulto.
Tanto la persona que respondió mi artículo como yo el día de hoy al leer el mensaje: actuamos irracionalmente. Creo que aunque son situaciones diferentes el origen del problema es el mismo, nos expusimos a un tema o idea en la que tenemos una herida abierta.
Una herida es un tema en el que tenemos un bagaje doloroso que nos hace no querer tocarlo. No queremos escuchar algo que nos afecte sobre ese tema porque es una herida. Así como Cuando tenemos una cortada en una rodilla, no queremos que nada ni nadie la toque por lo que la atendemos y cuidamos con esfuerzo también con estos temas dolorosos Como medio de defensa solemos proteger la herida. Por eso estamos más atentos a todo lo que pueda rozarla o golpearla. Trayendo como consecuencia que toda interacción cercana al tema de la herida parezca ser una insinuación que la lastima.
Cuando alguien internamente no quiere escuchar algo, por qué tiene una herida suele pasar que es lo que más escucha. Eso es porque tenemos la mente expectante de todo aquello que pueda agredirla. Por lo que nos fijamos exageradamente en el sentir de la susodicha herida haciéndonos más sensibles de su presencia hasta un nivel que sentimos su palpitar. Por ello pasamos toda situación con el lente del miedo, viendo paradójicamente aquello que no queremos ver aún cuando no está ahí.
Para sanar debemos de tratar la herida. Exponerla a la brisa y al sol a fin de que se seque. En otras palabras, ser conscientes de que tenemos temas inconclusos para así tratarlos y trabajarlos, buscar la manera de desinfectarla de todo lo tóxico que pudiese aún residir en ella y por último darle tiempo para que así cicatrice.