El día de hoy fui a una playa escondida, una de esas playas que solo los locales conocen. Había ido decenas de veces siempre entrando por el mismo camino de tierra de un metro de ancho, rodeado por matorrales y decorado con basura plástica… pero esta vez fue diferente.
Al llegar me parquie donde siempre lo hacía, al lado de donde estaba la entrada. Aunque esta vez note que no estaba justo al lado, extrañado decidí buscar la entrada caminando unos 50 metros hacia delante del vehículo y otros 50 metros hacia detrás del vehículo, empresa que no tuvo éxito.
Con ganas de bañarme en la playa y sin encontrar el camino decidí dejar a mi novia en el vehículo y entrar yo entre los matorrales haciendo mi propio camino porque según mis cálculos si caminaba en línea recta tarde o temprano daría con agua.
Una vez dentro de los matorrales en la constante evitación de las plantas espinosas y la fauna tropical no pasó mucho para que perdiera mi dirección recta. La misma planta con flores rojas y una tela de araña era un patrón repetitivo que me hizo confirmar mi recorrido en círculos.
Lo extraño es que calculaba que solo había caminado unos 10 metros en línea recta, el sonido del vehículo era testigo de lo cerca del inicio que me encontraba pero aún así estaba completamente perdido. No sabía si el sonido del motor de mi vehículo venía del norte,del sur, del este o del oeste.
Fue entonces que mire a los ojos del monstruo de estar perdido. Entre en pánico.
Aún estando cerca de mi vehículo, no habiendo caminado ni 10 metros, encontrándome en terreno más o menos conocido me encontraba perdido. Una situación extraña, que me hizo reflexionar.
Para perderse no se necesita de ni un metro de distancia pues perderse es un estado mental de emergencia y desesperanza. Se requiere de un convencimiento de falta de poder y un sometimiento a la situación. Que se traduce en una actitud fatalista, que hace que se entre en pánico y se esté realmente perdido. Cuando se dice que alguien se perdió o está perdido, no se debe de interpretar la palabra en el sentido de algo que no aparece, sino que es en el sentido del antónimo de victoria, perdido. Como quien se rinde y se deja llevar por la marea.
Luego de esta reflexión me di cuenta de que debía de controlar mis emociones: salir del pánico y buscar soluciones. Fue ahí cuando decidí escuchar y con la habilidad auditiva de saber la posición de algo por su sonido fui hacia el sonido del motor. A no más de 15 metros de donde me encontraba perdido di con mi vehículo.
Una vez allí decidí cambiar de estrategia y preguntarle a un hombre que cuidaba de un negocio en las cercanías. El señor me dijo que la entrada seguía ahí. Pero que estaba parqueado muy alejado, por lo que cuando me encontraba buscando la entrada en los alrededores del vehículo, el camino estaba a pocos pasos de donde decidí dejar de caminar en esa dirección y cambiar a la otra en la búsqueda de la famosa entrada.
Esta vez caminé hasta donde el señor me dijo que se encontraba la entrada y allí estaba. Al final pude bañarme en la susodicha playa no sin antes llevarme algunos rasguños de recuerdo.