El lector moderno es un lector fugaz un cazarrecompensas en búsqueda de pepitas de oro que usar como collar.
La lectura de hoy es una búsqueda de conocimiento rápido. Trata de saciar el hambre de datos, un hambre no intelectual sino una hambre lúdica guiada por el placer, el placer de ser percibido como inteligente. Un placer que se consuma cuando en una reunión se repiten datos interesantes.
Es por esto que la lectura de hoy es desordenada, no importa si comienza en el medio o si comenzando en el inicio brinca capítulos. Un acercamiento al libro cómo el del lector de periódicos, una lectura informativa.
En un mundo enfermo por la epidemia de la publicación de libros, donde hay tanto ruido, el lector tiene un miedo a perderse las cosas leyendo un libro como si leyese el índice, estilo PowerPoint donde lo importante son pequeños resúmenes acompañado de su respectivo bullet point.
Es por esto que el lector moderno aunque cree aprovechar su tiempo esta realmente perdiéndolo pues con la rapidez del mundo actual cuando una información se convierte en un libro ya es demasiado tarde.
Sugiero la eliminación de esta forma de leer, cambiándolo por un método mejor uno que responde a una nueva realidad “La información ya no es poder, el análisis de la información es el poder”
Es por esto que debemos de leer no ya para conocer y memorizar sino con el fin de comprender el proceso mental, el camino del autor para llegar a sus conclusiones. Leer cada palabra y analizar cada oración, pero ojo no como si lo que se leyese fuese palabra de Dios si no leyendo como supervisores cuya tarea es ver el trabajo cognitivo del autor tomando en cuenta sus principios y premisas y desechando lo no falseable, lo sesgado y lo inservible.
Para lograr esto debemos de comprar libros no ya por sus títulos si no más bien por sus autores. En estos nuevos tiempos no será ya el New York Times quien nos señale que leer, si no que serán las propias vidas de los autores quienes nos motiven a leerlos.