El logro que llega fácil no se aprecia, es una victoria desabrida, un reloj falso, un acontecimiento fútil al alcance de quien quiera. Es económico: aquello que muchos pueden obtener tiene poco valor. Por lo que es inevitable la sensación de que si se llegara a perder podríamos obtenerlo tan fácil como lo habíamos conseguido. Lo fácil entonces nos trae sin cuidado perderlo o desperdiciarlo.
Cuando apreciamos las cosas no es cuando son fáciles de conseguir, sino que las cosas que tienen más valor para nosotros son aquellas que nos obligan a trabajar mucho para obtenerlas o que resultan difíciles de encontrar.
O apreciarías tu más una gorra que te encontraste en la calle que si la misma gorra la hubieses comprado con meses de trabajo? El valor se los damos nosotros a las cosas. El mismo bien vale lo mismo en las dos situaciones pero sin dudas es más valioso aquel que deriva del trabajo. Es la última gorra la que durará más en las manos de su dueño, es la última gorra y no la primera la que será cuidada y pasará a su hijo. Lo que fácil viene fácil se va.
Ya sea el éxito profesional o una relación sentimental, lo que contribuye a dotar a esa meta de su valor es el esfuerzo necesario para obtenerla.