Ver el violento asesinato de Floyd, ver la misma violencia con las que sus defensores reclamaron y ver cómo figuras públicas han aplaudido esa manifestación de ojo por ojo. Me ha dejado un mal sabor de boca. Creo que esto es más que una consecuencia del racismo es un síntoma de la putrefacción de los valores en nuestra sociedad.
Vivimos en una sociedad drogada del YO, que en una insaciable búsqueda del engrandecimiento propio atropella al tercero. Los valores, el honor y la confianza han perdido su valor y fallan desde todos los puntos sociales. La policía está en el punto de mira por racismo institucional. El deporte está en el punto de mira por el uso generalizado de drogas que mejoran el rendimiento. Y la iglesia también está en el punto de mira por abusar sexualmente de menores.
El deterioro de la cultura no fue repentino sino que a sido paulatino y viene desarrollándose desde hace mucho tiempo. Tomare el ejemplo de quien es el diffusor de la cultura occidental de ayer y hoy USA: se puede ver un inicio del deterioro moral desde que el presidente Clinton cometió perjurio y le fue infiel a su esposa con Monica Lewinsky, donde su gobierno y su legado sobrevivieron intactos ante eso, pasando por un presidente (Bush) que impunemente justifico una guerra por petróleo bajo falsos pretextos de seguridad Nacional, seguimos con los banqueros que impunemente movidos por su codicia patrocinaron la burbuja bursátil del 2008 que colapsó Occidente y llega hasta nuestros días con un presidente bravucón y racista que goza de chances de ganar las elecciones nueva vez.
Pero esa impunidad social ante hechos que denotan tanta falta de temple de la cabezas de nuestra cultura es la punta del iceberg. Se ve en cada esquina en nuestra cotidianidad, ser amigo de una persona que roba o maltrata, botar la basura en la calle, ver al chofer pasarse en rojo. En fin, Ver a alguien hacer lo mal hecho y no tomar represalias es lo que mantiene este círculo vicioso. Cuando permitimos que no haya castigo social para corruptos, charlatanes y estafadores, tenemos como consecuencia una sociedad sin valores donde la verdad se estira con el potro de tortura de los intereses propios, donde la palabra es un coupon caducado, donde las fronteras éticas están difuminadas más allá de cualquier uso y donde la violencia está justificada por el fin.